Contamos ya con los elementos necesarios para formarnos una idea de la manera como fue cambiando el programa de expansión de España y Portugal hasta llegar al insólito reparto que acabamos de referir. Es claro que en un principio sólo se pretendía establecer una ruta comercial que facilitara la importación de productos asiáticos. También es evidente que se pensaba en una relación mercantil que fuese beneficiosa por igual para todos los países que en ella participaran. En Europa se sabía de la existencia de estados ricos, bien organizados y poderosos en el continente asiático, por lo que no parece verosímil que desde entonces se hubiera proyectado alguna forma de dominación o coloniaje.
Vimos en su oportunidad que las primeras experiencias portuguesas en las costas africanas dieron a la expansión europea un sentido diverso. Allí, la débil organización política de los pueblos autóctonos, su cultura material poco desarrollada y sus limitados recursos defensivos favorecieron la penetración de Portugal y el establecimiento de colonias permanentes. La población nativa, tanto de las islas como de la parte continental, fue sojuzgada y en muchos casos esclavizada. Ya no se trató solamente de obtener un beneficio del tráfico de productos naturales sino de lograrlo también de !a explotación directa de los grupos humanos.
Un parecido proceso se operó en lo que se refiere al mundo americano. Bastó que se tuvieran los primeros contactos con los aborígenes para que se gestara un programa que rebasó con mucho los objetivos meramente comerciales que en un principio se perseguían. Ya desde 1493, Colón y sus compañeros llevaron a España la noticia de que, por lo menos en las islas que entonces visitaron, no había naciones que parecieran capaces de resistir la eventual dominación de los europeos. El propio almirante, reconociendo la debilidad manifiesta de los isleños, señaló que, además de obtenerse oro y especias de aquellas tierras, sería posible también extraer de ellas cuantos esclavos se quisieran. Al hacer de los naturales un objeto más de comercio procedía Colón de acuerdo con lo que era y seguiría siendo por largo tiempo práctica común en las costas africanas. Mas su propuesta de capturar nativos de las Antillas para traficar con ellos en Europa no prosperó, debido tal vez a que los intereses del Estado español determinaron el establecimiento de otras formas de dominio sobre las tierras descubiertas y sus moradores. Desde tempranos momentos, la expansión española en América tuvo el carácter de una guerra de conquista, cuyos resultados fueron el sometimiento paulatino de los pueblos aborígenes y la imposición sobre ellos de un nuevo orden político, económico y social, así como de otras diversas formas culturales propias de la nación dominadora. La adopción de este nuevo programa llevó a la Corona a limitar los privilegios que se habían otorgado originalmente a Colón.