A fin de arreglar de manera más práctica la cuestión de las zonas de influencia, los reyes de España y de Portugal firmaron, en 1494, los tratados de Tordesillas, por medio de los cuales se pretendió llegar a una transacción que pusiera fin a las desavenencias. En lo referente a la parte oriental del Atlántico y las costas africanas, España se comprometió a respetar los derechos adquiridos de Portugal. Renunciaban los españoles a intentar siquiera pescar en la zona ubicada al sur del cabo Bojador, aunque conservaban a salvo su derecho de cruzar por ella cuando se dirigieran a las Indias. En cuanto a los descubrimientos recientemente hechos en el Atlántico occidental, se convino trazar una línea de polo a polo que sirviera de límite a las esferas de dominio español y portugués; pero en lugar de situar dicha línea cien leguas al oeste de las islas Azores y de las de Cabo Verde, como lo había establecido la segunda bula Inter caetera, debía señalarse su paso a trescientas setenta leguas de las islas referidas. Todas las tierras que se hallasen al oriente de esta línea de demarcación pertenecerían a Portugal, y de España serían las que quedaran al occidente. Esto explica por qué Brasil fue a la postre una posesión portuguesa.
Cuando, más tarde, la expedición de Magallanes llegó a las islas Molucas, en Asia, se vio que los tratados de Tordesillas no habían previsto el reparto colonial en el otro lado del mundo. tan to España como Portugal reclamaron derechos sobre tales islas, a las que unos habían llegado por el océano Pacífico y otros por el índico. Inútilmente se realizaron conferencias entre los representantes de ambos países, pues en ningún caso se llegó a una fórmula de solución. En realidad las cosas sólo se arreglaron cuando el emperador español Carlos V vendió al rey de Portugal sus derechos a las Molucas. España conquistó más adelante el archipiélago de las Filipinas, que sería finalmente su principal posesión asiática.